Muchos de los procesos que tienen lugar en nuestro organismo se traducen en un último paso que es una reacción eléctrica, ya que se trata de un intercambio de iones positivos y negativos. La electroterapia se basa en este dato para, mediante la aplicación de corrientes eléctricas, controlar las reacciones que se producen de manera espontánea entre nuestras células y modificarlas buscando un efecto de estimular o de suavizar. Para ello se utilizarán corrientes con distinta frecuencia, longitud de onda y forma de pulso. Así por ejemplo, las corrientes que suben rápidamente de intensidad son útiles para disminuir la resistencia de la piel y hacerla más permeable a cremas y geles; la mezcla de pulsos de alta y baja frecuencia activa la circulación sanguínea y estimula la regeneración de los tejidos cutáneos; las bajas frecuencias sirven para romper tabiques fibrosos en el tejido graso y liberar el contenido de los adipocitos que será recogido por el sistema linfático; las corrientes tipo Tens inciden directamente sobre la fibra nerviosa y generan un efecto anestésico que será útil en los dolores crónicos.
Sin embargo, la utilización más difundida de la electroterapia es la que popularmente conocemos como gimnasia pasiva, en la cual se utilizan corrientes isométricas y corrientes isotónicas. Las primeras provocan tonificación y estiramiento de los grupos musculares, en ausencia de fatiga, y con ello un fortalecimiento muscular, muy apreciado por los deportistas, y un relativo modelado del cuerpo. Como complemento, cuando se aplican corrientes isotónicas, el trabajo muscular imita el trabajo aeróbico, generando un gasto calórico que moviliza los depósitos de grasa y que ayuda a elevar el metabolismo basal. La combinación de ambas hace de la gimnasia pasiva una buena herramienta en los programas de adelgazamiento.
En nuestra clínica de adelgazamiento Adelgar estaremos encantados de ampliarle esta información.