El pepino es el fruto de una planta trepadora de los melones, sandias y las calabazas. Su lugar de origen se sitúa en la India, de ahí paso a China y después se extendió su consumo hacia el oeste.
Los griegos, egipcios y romanos lo emplearon como hortaliza y para fines terapéuticos. En Grecia los médicos afirmaban que tranquilizaba y frenaba los deseos sexuales. Los emperadores romanos lo consumían en abundancia para calmar su sed, por lo que para agradarles, entre la plebe surgió el rumor de que el pepino agudizaba la inteligencia, dando paso a que aumentara su popularidad.
Su temporada es el verano aunque se encuentra durante todo el año gracias a los invernaderos. Resulta muy versátil por lo que puede consumirse de muchas maneras, como en ensaladas, solos, con hierbas aromáticas, en vinagre, como guarnición o tentempié y por supuesto en gazpacho.
Para que pierdan su amargor y no irrite la pared intestinal hay que lavar bien su piel, hacerlo rodajas y sazonarlo con sal.
Su bajo valor calórico lo convierte en un aliado en dietas de adelgazamiento. Depuran y eliminan las toxinas e impurezas del organismo, ayudan a eliminar la retención de líquidos y el exceso de ácido úrico. Poseen propiedades laxantes, reducen el nivel de glucosa en sangre y resultan beneficiosos en casos de artritis reumatoide y personas propensas a padecer cálculos renales. Siempre que no se consuman encurtidos contribuyen a reducir la tensión arterial.
Usado externamente el pepino protege y refresca la piel ya que tiene su mismo ph y establece un equilibrio que la nutre. Alivian las pieles irritadas o quemadas por el sol. Una rodajitas sobre los ojos cansados los refrescan y desinflan.
Hoy en día existen múltiples de preparaciones que incluyen pepino y sirven para el acne, nutren, tonifican el cutis o suavizan las arrugas entre otras propiedades.
Isabel Maria Padilla Pardo