Mientras siempre se ha considerado que la dieta y el deporte son herramientas para mantenerse bien físicamente, estudios han demostrado que estos factores también tienen un gran impacto en la salud mental y emocional. Algunos de los síntomas asociados al deterioro mental, incluyendo fatiga, falta de energía, falta de concentración, ansiedad o una pobre imagen corporal, mejoran con la práctica de ejercicio moderado y una alimentación equilibrada.
Además, de sobra es conocido que la dieta y el ejercicio, son cruciales en la prevención de muchas enfermedades crónicas, como diabetes tipo 2, obesidad y enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Nutrición
Una alimentación balanceada ayuda a mantener el peso corporal, reduce los niveles de estrés y aporta energía y vitalidad. Así mismo, el cerebro, como cualquier otro órgano del cuerpo, necesita de determinados nutrientes para su correcto funcionamiento.
Muchas funciones cerebrales (desde la regulación hormonal, la concentración hasta la conciliación del sueño) pueden afectar al estado de ánimo si no tienen un buen soporte nutricional. Proteínas, carbohidratos complejos, las grasas adecuadas, vitaminas y minerales, son necesarios para una salud cerebral óptima.
Ejercicio
Todos los aspectos del ejercicio que benefician al cuerpo (incremento de la circulación sanguínea, mejora del metabolismo y de la habilidad del cerebro de utilizar el oxígeno de una forma más eficiente) también son beneficiosos para las funciones neurológicas que se ejecutan en el cerebro.
El ejercicio aeróbico es un gran tratamiento para aliviar la ansiedad, y existen numerosos estudios que lo asocian a una mejora del estado de ánimo. De hecho, una de las modificaciones más importantes en el estilo de vida de las personas que sufren depresión es la implementación de una rutina de ejercicios.
Practicar ejercicio de forma regular aumenta la cantidad de glóbulos blancos, los encargados de luchar contra cualquier tipo de infección. Está comprobado, que el ejercicio físico reduce los niveles de citocinas, un tipo de compuesto químico del sistema inmune que puede agravar la depresión.