Acabadas ya las vacaciones estivales y coincidiendo con el inicio del nuevo curso laboral y escolar, entramos en una nueva estación de colores cobrizos, nuevas tendencias en moda y buenos hábitos alimentarios retomados.
El otoño además nos trae la posibilidad de volver a las costumbres de nuestras abuelas preparando la despensa para el invierno, mediante el almacenamiento de productos elaborados a base de frutos de temporada.
Las castañas son el fruto del otoño por excelencia. Dieto terapéuticamente pueden usarse como antitusivo y astringente. Se caracterizan por las propiedades que poseen (alimenticias, activan el intestino y alivian los riñones) y por presentar un aporte calórico en torno a 180kcal por 100g de producto, por lo que no conviene abusar de ellas. En puré resultan muy atractivas como acompañante de carnes siempre en pequeñas cantidades, ya que en grandes tiende a producir flatulencia y estreñimiento. También pueden consumirse asadas, tostadas, cocidas al vapor y hervidas; además de crudas y secas tras un tiempo de almacenamiento.
Las moras nos ofrecen a la vez un fruto sabroso y dieto terapéutico. Ya que combina su sabor ácido-dulzón con propiedades astringentes, odontálgicas, diuréticas y hemostáticas. Los frutos cuando aún están verdes, son ricos en taninos, que les confiere esa sensación de aspereza en el paladar y resultan astringentes y refrescantes, pero una vez alcanzan su completa madurez, los taninos disminuyen y las frutas adquieren propiedades laxantes, tónicas y depurativas. Su aporte calórico al natural es bastante bajo, por lo que puede consumirse libremente. A su vez, pueden combinarse fácilmente con cualquier otra fruta para preparar una deliciosa macedonia otoñal o zumos naturales, siempre sin azúcares añadidos. Es rica en vitamina C y varios pigmentos naturales con efecto antioxidante, por lo que previene el envejecimiento, favorece un buen desarrollo del embarazo y lactancia, y cubre las necesidades aumentadas que se presentan en el tabaquismo y en determinadas enfermedades.
El escaramujo, el mal nombrado fruto del rosal silvestre, se presenta como unas pequeñas bolitas rojas recubiertas de pelo. Es una fuente de vitamina C, K y E y las del grupo B. Por tanto su consumo es muy bueno para prevenir los típicos resfriados de este entretiempo. Pueden consumirse crudos o en forma de tisana, tras desecar el fruto al sol. Sirviendo en este último caso de reconstituyente para personas encamadas, además de laxante y diurético.
Isabel Merino Korneitchik
Diplomada en Nutrición Humana y Dietética, en prácticas