El hambre emocional afecta a muchas personas sin saberlo. A veces, las personas sienten el impulso de comer, pero en muchos casos no hay una necesidad fisiológica detrás. Digamos que, no es un hambre real. Lo que ocurre es que ese deseo de comer nace de una necesidad emocional, lo que se conoce como hambre emocional.
Hambre emocional: ¿Qué es?
El hambre emocional es un impulso que nos lleva a comer, no por necesidad o por tener hambre, sino como respuesta a un estado emocional o psicológico.
Normalmente, las personas que experimentan hambre emocional tienden a comer para lidiar con emociones como el estrés, la ansiedad, la tristeza, el aburrimiento o incluso la felicidad.
Las personas que lo sufren, a menudo sienten un impulso repentino de comer como respuesta a una determinada emoción. Asimismo, suelen ir hacia alimentos dulces en lugar de alimentos saludables. Por ejemplo, alimentos ricos en azúcar o grasa, porque les resultan más saciantes y gratificantes.
Este tipo de personas también tienden a comer en exceso, más de la cuenta. Y la cosa no termina ahí, porque después de comer tienden a sentirse culpables o arrepentidas de haber comido tanto. Incluso pueden llegar a tener dolor de tripa por el atracón.
Es importante poner este tema sobre la mesa, porque el hambre emocional existe, lo sufren muchas personas y puede ser perjudicial para la salud si no se controla.
Ten en cuenta, que con el tiempo puede hacer que subas de peso o que tengas problemas de salud. Por eso necesitas aprender a identificarlo y a controlarlo.
¿Por qué se produce?
Las causas del hambre emocional son diversas. En muchos casos, suelen ser emociones o sentimientos que provocan conflictos internos y eso genera situaciones difíciles de abordar. Como consecuencia, la persona se refugia en comer, porque es lo que le hace feliz, lo que le llena.
Hay ocasiones en las que la persona entra en una especie de bucle del que no es capaz de salir. Se refugia en la comida y cada vez la bola se hace más grande, por eso es importantísimo tratar de llevar una vida saludable, sin estrés ni ansiedad, porque pueden ser claros desencadenantes de este problema.
¿Cómo gestionarlo?
El hambre emocional no es fácil de gestionar. Pero es importante reconocer el problema y tratar de abordarlo, siguiendo estrategias como la meditación, el ejercicio o la terapia. También ayuda el hecho de estar ocupado, para que así evites pensar en que tienes que comer solo por “estar aburrido”.
Otra opción pasa por seguir una dieta que te ayude, para seguir únicamente el plan de comidas y no comer nada más fuera de ahí. Es una forma de engañar a la mente pero que puede funcionar muy bien.
Por último, pero no menos importante, creemos que es fundamental saber distinguir el hambre emocional del hambre real. Si prestas atención a las señales que te compartimos podrás saber si lo sufres y mantenerlo a raya.
Y tú, ¿sufres de hambre emocional? Recuerda que en Adelgar podemos ayudarte a superarlo.
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